miércoles, 16 de enero de 2008

miércoles, 15 de agosto de 2007

Barranca Yaco

Por el camino real
que persignan espadañas
al muere va el general
al final de sus hazañas.
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Se cierne el día, cenit fatal
porque su sino así lo quiere
por el camino real
Quiroga va en coche al muere. "

Ubaldo Enrique Fourcade
Cantata del Camino Real.

Fragmentos dedicados a Facundo Quiroga en verso y prosa

[Pero] no se puede citar a la Posta de Sinsacate sin hacer mención a otro hecho sangriento de nuestra historia: el asesinato de Juan Facundo Quiroga en el pago de Barranca Yaco, próximo a la posta, el 16 de febrero de 1835 por lo que sus restos encontraron allí provisoria sepultura, después
de ser velados en la capilla.
Dos intelectuales de Córdoba, Alejandro Nores Martínez, en verso, y Julio Torres, en prosa, han dejado registradas en páginas de enternecida
emoción la crónica de tan infausto suceso.
Tal vez porque al valor del relato del paisaje sumen ese paisaje interior de los protagonistas del suceso, su forma de entender la vida, su acendrado
patriotismo, sus creencias y registrado sus frases descarnadas y esenciales, al leerlos el lector encontrará la médula de los valores de hombres del norte argentino:

"Téngase usted sin cuidado
por mi vida, Usandivaras,
que no nació -todavía
quien va a despacharme el alma".
La mano de Santo Pérez
burló coraje y confianza.
El hombre había nacido
y Facundo lo ignoraba.

A esa síntesis magistral de Nores Martínez, agrega Julio Torres el imperativo de las raíces de un tiempo que, sin ser muy lejano, pertenece a la leyenda, cuando describe el traqueteo desacompasado, posesionado, de la diligencia, dando tumbos en los senderos terrosos, donde asoman raspando los flancos los churquis y tunales.

"Febrero encendido en la vertical del sol, calcinante y sin tregua, ya sin el plumón querendón de la tusca y el garabato, alcanza en su relato
perfiles dantescos.
Ese perfume de fina lavanda que desde el pañuelo de puntillas corta por un instante la realidad de sus últimos momentos de vida, y ese displicente
recuerdo del general de su nueva circunstancia en la ciudad del puerto, donde sus hijas repite hasta el cansancio las gangosas lecciones de francés,
envueltas en un remolino de moños y tafetas cuando el acre olor a caballo y a camino le está devolviendo poco antes de morir, como en una parábola
que ya se cierra, su juventud perdida ahora por el abrojo de mil puntas de su gota".

Extraído de La arquitectura en Córdoba y su historia. Compilación de escritos del Arq. Rodolfo Gallardo. Editorial Nuevo Siglo. 2003.

El General Quiroga va en coche al muere - Jorge Luis Borges

El madrejón desnudo ya sin una sed de agua
y una luna perdida en el frío del alba
y el campo muerto de hambre, pobre como una araña.

El coche se hamacaba rezongando la altura;
un galerón enfático, enorme, funerario.
Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura
tironeaban seis miedos y un valor desvelado.

Junto a los postillones jineteaba un moreno.
Ir en coche a la muerte ¡qué cosa más oronda!
El general Quiroga quiso entrar en la sombra
llevando seis o siete degollados de escolta.

Esa cordobesada bochinchera y ladina
(meditaba Quiroga) ¿qué ha de poder con mi alma?
Aquí estoy afianzado y metido en la vida
como la estaca pampa bien metida en la pampa.

Yo, que he sobrevivido a millares de tardes
y cuyo nombre pone retemblor en las lanzas,
no he de soltar la vida por estos pedregales.
¿Muere acaso el pampero, se mueren las espadas?

Pero al brillar el día sobre Barranca Yaco
hierros que no perdonan arreciaron sobre él;
la muerte, que es de todos, arreó con el riojano
y una de puñaladas lo mentó a Juan Manuel.

Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma,
se presentó al infierno que Dios le había marcado,
y a sus órdenos iban, rotas y desangradas,
las ánimas en pena de hombres y de caballos.